A escasos 21 kilómetros de la ciudad de Sevilla, Benacazón emerge como un municipio que respira historia. Sus calles y tradiciones son el reflejo de un rico legado que se remonta a épocas muy antiguas, donde civilizaciones como la romana y la musulmana dejaron una profunda huella.
Los primeros vestigios de actividad humana en Benacazón datan de finales de la Edad del Bronce. Sin embargo, fue en la época romana cuando el municipio comenzó a tomar forma como una pequeña aldea dedicada a la agricultura, especialmente al cultivo del olivo, actividad que aún hoy define su paisaje económico y natural. Hallazgos arqueológicos, como restos de tejas y estructuras de edificación, confirman la presencia de asentamientos en la zona.
Durante la dominación musulmana, Benacazón adquirió un papel destacado. Su nombre original, Ben-A-Cassum, hace referencia a la familia Banu Qassum, una dinastía que ocupó y administró estas tierras. El topónimo, que ha perdurado hasta nuestros días, es un símbolo vivo de su herencia islámica.
La llegada de los cristianos y el señorío
En el siglo XIII, la reconquista cristiana llevada a cabo por Fernando III «El Santo» incorporó el territorio al Reino de Castilla. Aunque el monarca intentó renombrar la villa como Celada, el nombre tradicional prevaleció entre sus habitantes.
Durante el reinado de Alfonso X, las tierras de Benacazón fueron cedidas a Doña Mayor Arias y al Obispo Don Remondo de Sevilla. Más tarde, en 1419, el municipio pasó a formar parte del Señorío de Benacazón, controlado por la familia Portocarrero. Este linaje noble marcó una época de esplendor y transformación social, que culminó con la administración de la familia Pantoja hasta el fin del sistema de señoríos en 1810.
Patrimonio histórico: Iglesias, ermitas y haciendas
Benacazón conserva un valioso patrimonio arquitectónico que refleja su evolución a lo largo de los siglos. La Iglesia Parroquial de Santa María de las Nieves, de origen mudéjar y ampliada entre los siglos XVII y XVIII, es uno de los emblemas del municipio. En su interior destaca un retablo mayor atribuido al maestro Juan Martínez Montañés, joya indiscutible del arte sevillano.
Otro enclave relevante es la Ermita de Castilleja de Talhara, conocida como “la perla oculta del Aljarafe”. Este pequeño templo mudéjar del siglo XIV, aunque en ruinas, sigue siendo un testimonio del esplendor religioso de la comarca.
Asimismo, las haciendas olivareras que se extienden por el entorno rural son un legado de la época de esplendor económico, cuando el cultivo del olivo y la producción de aceite de oliva impulsaron la economía local.
Tradiciones y cultura: La esencia de Benacazón
Benacazón es un pueblo de tradiciones arraigadas. Su devoción a la Virgen del Rosario, cuya hermandad se remonta al siglo XVIII, es una de las manifestaciones más destacadas de la religiosidad local. Otra cofradía histórica es la Hermandad de la Soledad, fundada en 1584, que procesiona durante la Semana Santa con gran fervor.
Las fiestas patronales en honor a la Virgen de las Nieves, celebradas cada 5 de agosto, son una ocasión en la que Benacazón se llena de luz, música y tradición. Además, la localidad tiene una fuerte vinculación con la Romería del Rocío, participando en la peregrinación con una hermandad centenaria.
Benacazón hoy: Entre la historia y la modernidad
Actualmente, Benacazón ha sabido conservar su esencia histórica mientras avanza hacia la modernidad. Su posición estratégica en el Aljarafe y su cercanía a Sevilla lo convierten en un lugar ideal para aquellos que buscan la tranquilidad de un pueblo con encanto, sin renunciar a las comodidades de la vida moderna.
El municipio también se destaca por su entorno natural, formando parte del Corredor Verde del Guadiamar, un espacio protegido que ofrece un entorno privilegiado para el disfrute de la naturaleza.